viernes, 15 de julio de 2011




Y es que estás al borde de la perfección.

A veces te dedicas a buscar algo. Una palabra, una simple palabra que te haga cambiar de opinión. Pero solo escuchas gilipolleces, tonterías insignificantes... aunque decides esperar, creer que todo sigue.
Y sin pensarlo, has acabado en otro lugar, ya ni te acuerdas porqué estabas allí. Ves a aquella gente que antes tanto te importaba a una suma distancia, sus recuerdos van clavándose en tu corazón y duele, porqué duele muchísimo.
No quieres creer que es cierto. Intentas regresar, pero ya no hay vuelta atrás. Quien sabe, tal vez llegaste por casualidad y luego sea una gran sorpresa... Aunque lo único que quieres es recuperar lo que antes tenías, lo que te llenaba con tanta alegría. Pero quizá te diste cuenta tarde o no quisiste darte cuenta.
Entonces, decides pensar, para que a lo mejor, tal vez eso ayude en algo. Aunque sabes perfectamente que eso no pasará.
Te encierras en tu habitación, con la música alta, pensando, recordando aquellos momentos que antes te completaron por completa. Cierras los ojos mientras escuchas aquella canción que tanto te encantaba y ahora solo te pone de mal humor.
Hasta que decides olvidarte de todo, olvidar, o al menos intentar olvidarte de todas aquellas huellas que dejaste marcadas en vano. Aquellos momentos que ya no existen. Porqué tal vez, solo tal vez, ya no queda nada.