Quisiera sentarme aquí,
frente al mar,
y hablar de ti,
contigo.
Quisiera poder enseñarte
todo lo que te he escrito,
pero,
otro día más,
sigues sin estar aquí.
Y yo sigo recordándote,
pensando en todo lo que un día vivimos,
los sueños que nos contamos,
y que nunca cumplimos,
no juntos.
De las ganas que teníamos de comernos el mundo
y a nosotros mismos.
Quisiera sentarme frente al mar,
como la primera vez que nos vimos,
escuchando las olas chocar contra las rocas.
Eras todas las cosas que un día quise,
y que pena que tuvieses que irte,
yo había dejado la puerta medio abierta,
por si algún día decidías volver a entrar.
Y para qué engañarnos,
sigo esperando a tu regreso,
a qué un día me escribas
y me digas que tienes las mismas ganas
de antes de tumbarte conmigo
y olvidarnos del mundo.
Ojalá pudiese decirte
que los domingos sin ti
se han vuelto oscuros,
que el abrigo de tus brazos
era lo que me calentaba,
y no la manta.
Ojalá pudiese decirte
que me gustaría que volvieras.
Pero no puedes retener a una persona,
a veces,
hay que tener la valentía de dejar ir
a lo que nunca quisiste que se fuera.