Me prometiste tantas cosas, y me dañaste en el momento que más me dolía. Quisiste ayudar sin saber tan si quiera qué necesitábamos, y opinaste sin saber. Pero pensándolo bien, la culpa fue mía, por confiar en quién no debía, por creer en ti y pensar que me ayudarías... Gracias, he aprendido la lección, a los amigos se les debe contar con los dedos de una mano.
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