martes, 18 de noviembre de 2014

Decidí dejar de morderme el labio, para así evitar recordar cómo eran tus dientes sobre éste, y cómo lo acariciabas con tu dedo índice, negándome que me mordiera, que para eso ya estabas tú, o sino, nadie. Y estabas tan cerca, de verdad que podía sentir que no existía nada más, pero decidimos 
despertar, o más bien, nos hicier
on salir, de ese sueño. Y caímos, al precipicio, dónde no pudimos salvarnos, porqué cada uno tenía su manera de salir, supongo. 
Y mientras miro atrás, me pregunto qué hice mal, o si de verdad todo iba tan bien, que tenía que joderse porqué sí. A veces creo que la vida no te deja ser feliz, y que busca alternativas para que no lo seas. 
Me pediste que te diese la mano, y que por muy fuerte que fuese la tormenta no la soltara, que bailaríamos juntos, bajo el manto estrellado, pero ya estamos a millones de kilómetros y solo queda el cielo, que fue cómplice, junto con el mar, y la arena, de aquella noche, de aquel encuentro, y claro, nuestras pieles, pero separadas. 
Recuerdo las palabras que no cruzamos, por miedo a separarnos, y que son la causa de nuestro fin, que no tiene principio, porqué quizá nunca lo tuvo, pero fue bonito, o al menos eso creo. Y te juro que he intentado superarlo, pero cada vez que voy a acostarme, me pregunto que será de ti, si sabe cómo calmarte, y si te alumbra, tanto cómo conseguí. Quizá lo peor de ésto es que me hiciste creer que era especial, y luego, desapareciste. 
Quién sabe, quizá esto nunca debió haber existido, y que por eso estoy pagando el dolor que causé.

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